viernes, 26 de julio de 2024

EN MIS OJOS.

 No tengo los ojos grandes, nunca los he tenido.

Aún más: los tengo rasgados, café común, pestaña rala. Nada que llamara especialmente la atención o que mereciera poemas. Nadie quien se sentara al piano a componerles dulces melodías o que sufriera la provocación de quitarse la vida por no ser visto por ellos.

Sinceramente.

Fueron y vinieron de una cara a otra, de un libro a otro, del sol a la luna. Se iluminaron con las piedras preciosas de algunos corazones, albergaron lágrimas por causas varias. Sintieron miedo y el miedo reflejado de otros ojos encima de ellos. Vieron ocultarse a otros ojos bajo el peso de sus párpados que caían cual cortina de hierro, cohibidos.

Miraron con insolencia porque no puedo domarlos, tienen vida propia. Dicen que “hablo” a través de ellos. Y dicen… cosas.

Uno dijo: tus ojos dicen que eres débil y sólo estás practicando vuelos bajos sin rumbo.

Otro: tus ojos hipnotizan y me hacen querer decir tantas cosas.

Uno más: tus ojos están húmedos de amor y deseo.

Yo, como criatura imperfecta, no opongo resistencia a lo que ellos quieran decir del mundo. No es verdad que sean la ventana de mi alma, porque soy lo bastante clara y directa como para ocultar cosas. Simplemente ya no persigo a la gente en sus confesiones. Adelante, miéntanse, miéntanme. Juren que no pasan las cosas que pasan dentro de sus ojos. Culpen a los míos de ser hechiceros, brujos, insensatos.

Odien mi mirada vacía, mi mirada escéptica, mi mirada de desilusión. Odien la burla escondida en ellos y odien a sus ojos por mirar la verdad dentro de los míos. No me interesa que mis ojos contengan la belleza de la calma, la brisa de las mañanas en las alturas, el vapor de sus cuerpos grabados en ellos.

Al final se irá y se irán y nada quedará en el centro.

Solo mis pupilas dilatadas y abiertas, en celo.

jueves, 18 de julio de 2024

CAMINATA SIN RUMBO.

 La mayoría llegamos a este mundo solos y un ser humano nos acoge en su regazo, confirmándonos como su igual en especie. Hacemos comunidad, nos tendemos sobre un lecho y danzan las miradas curiosas alrededor para reconocer nuestro olor, nuestra morfología y asentir al unísono: sí, tú y yo somos de la misma sangre.

El dolor de separarnos de aquellos que nos hermanaron en carne y calor nos activa el recuerdo de la solitud, nos vuelve al estado primigenio de la unicidad. ¿Qué quiere el mundo de nosotros los humanos cuando nos obliga a llegar solos, acostumbrarnos al otro y luego separar nuestros caminos? ¿Es esto la burla del Dios de la que tanto hablan los que predican en el desierto? ¿Por ello es que buscamos el calor como los perros?

Y la soledad se vuelve pronto amiga o condena. Admiro a los que han luchado contra esa incompletitud y pasan su vida buscando a su tribu, a su otra costilla o a su sombra. Admiro los resortes que los impulsan a sonreír con confianza y juntar su corazón con el otro, recordando el pacto del nacimiento: tú y yo somos de la misma sangre. Son gregarios y sus fantasías e ideas son recibidas y compartidas en comunidad. Qué hermoso es que te reciban y te escuchen, qué belleza es hacer común una idea.

Por mi parte, siempre navego sola. No acostumbro a ser parte de ningún grupo ni a rendirme a credos ajenos. Ya no me enorgullece dicha soledad. Se que estoy a la mitad de un viaje y que probablemente me hundiré en el océano sin que alguien cante mis proezas. Una pirata sin tripulación, un cometa sin alineación.

miércoles, 17 de julio de 2024

TOMA CENITAL

Llego a ti después de esa señal; es lo que esperaba. Me acerco suave y tímida, no me crees nada.

Dejas que sienta el suelo frío y que las rodillas me tiemblen.

Me das permiso de otear el aire que a esa hora se encuentra envuelto en vapores intoxicantes.

¿Así?

“Tus pestañas son largas”, dices desde la superioridad postural. “Me sorprende que entrecierres los ojos para acercarte; nunca deseé otra vida para ti. Es esto, te pertenece, me perteneces”.

Con suavidad me acomodas el cabello y entonces, suspiro.

Esta humedad no nos inhibe porque estamos acostumbrados a sentir el agua al cuello. Es la respuesta al trauma de las personas que vivimos fuera de la base, de eso que los estáticos llaman "normalidad".

Ahí va mi piel de nuevo, salobre, blanda. Enséñame cómo me tengo que comportar porque pierdo la lección entre las letras tuyas y mías, en las rimas, en las esquinas, en el interior de la oscuridad cuántica, donde las manos adquieren contacto dimensional y hurgan, nerviosas, en las bolsas de tu maleta. "¿Qué buscas?", preguntas con exasperación controlada. Mi distracción de gatita te impide terminar y expulsarme fuera del mundo. Me devuelves la atención, me concentras, sabes cómo enseñarme a colorear sin salirme de las rayitas. Es el único momento donde seré aprendiz y tú, el maestro. El único desliz de rojos, verdes, amarillos y rosas que vas a permitirnos. 

Porque de aquí en adelante, todo será negro: tus intenciones, mis pensamientos, la música, mi lencería y tus caricias...